Siempre me han gustado los descensos que acaban en el mar. Mortitx, Codula Fuili, Bacu Padente, Pareis... Saltamos, destrepamos, rapelamos sin pausa... y de repente, en una perfecta metáfora de la vida, las paredes se abren a la serena inmensidad del mar y nuestro recorrido se acaba. El agua dulce se torna salada como las lágrimas, y ya no se puede ir más allá. Sólo nos queda mirar atrás y estar seguros de haber disfrutado al máximo mientras pudimos. Claro que, si no es así, el barranco siempre puede repetirse... La vida no.
Estos días pasados en Córcega me han permitido añadir otra playa a mis recuerdos: la que ve morir al Ruisseau de Dardu (v3a2III). El descenso, uno de los clásicos de la isla, está excavado en granito rosa y normalmente lleva un caudal más bien escaso. Y digo normalmente, porque nosotros tuvimos la suerte de disfrutarlo con un buen caudal que lo hizo más deportivo e interesante. Habiéndolo encontrado en unas condiciones tan perfectas, si vuelvo a Córcega no creo que lo repita. Conservando tan grato recuerdo, ¿para qué estropearlo?
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El primer rápel, nada más entrar en el cauce |
El descenso empieza al otro lado del muro de una represa situada junto a la carretera, y a la que se accede facilmente. La encontramos totalmente abierta, así que las aguas del barranco fueron sólo para nosotros. Tras ella espera un rápel de treinta metros, equipado por fuera del agua, con el que empezar la fiesta.
Después un breve tramo de marcha lleva hasta la cascada más espectacular del descenso. En un encajamiento, el agua se precipita por encima de un caos de bloques hueco por debajo, creando una cortina -si el caudal es suficiente- de derecha a izquierda. Aquí podemos escoger por dónde bajar. A nuestra izquierda, podemos destrepar hasta situarnos encima del caos de bloques, y en la pared encontraremos una reunión desde la que nos descolgaremos, en seco, por un agujero hasta el suelo. A la derecha, por contra, un primer rápel de quince metros nos deja en otra reunión desde la que rapelar treinta y cinco metros hasta el fondo y junto al chorro. Nosotros no tuvimos ninguna duda, y bajamos por la derecha, la opción más espectacular e interesante (con caudal, claro). El rapel es limpio.
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Bernat, llegando al rápel de 35 metros que nos dejará en el fondo |
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Al principio, bajaremos por el agua... |
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...y puede que traguemos algo |
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David, a punto de entrar en el chorro |
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Vista desde el interior del rápel |
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La cortina de agua, impresionante, da en la otra pared |
Sólo un pequeño rápel de siete metros nos separa del siguiente paso interesante: otro caos de bloques, que superaremos por debajo mediante dos rápeles de quince y dieciséis metros.
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El rápel de siete metros |
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El rápel de salida de este segundo caos |
Enseguida haremos otro rápel, de diecisiete metros, que puede dejarse a mitad para saltar desde allí. La lástima es que tras él el descenso pierde continuidad, y los rápeles, saltos o toboganes pasan a estar separados por pequeños tramos de marcha. En esta parte encontraremos un tobogán ancho y algo irregular, aunque divertido, de diecisiete metros.
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Rápeles sencillos, pero con buen caudal |
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Saltando desde la mitad del rápel |
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María en el tobogán de diecisiete metros |
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Otro rápel corto, pero a gestionar con atención con este caudal |
Nos quedarán varios rápeles sencillos antes de llegar al final, pero todavía haremos un último paso interesante: un rápel estrecho, con recepción agitada y salida a través de unos bloques -no sifonados-.
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El rápel, descendido por un servidor... |
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...y su recepción, con Bernat colándose bajo el bloque |
Y no queda mucho más... excepto recorrer, tras llegar al ruisseau des Roches Bleues, los veinte minutos que nos separan de la playa, darnos un baño en el mar y sentarnos sobre una roca a disfrutar durante unos instantes de la vista. Y de la vida.
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Las ratas reunidas, un momento para el recuerdo |
Datos de interés
Aproximación: Desde la población de Piana, saldremos por la carretera D81 en dirección a Porto, pero no iremos muy lejos. A un kilómetro y medio, más o menos, y en una curva a la derecha, a nuestra izquierda veremos el cauce excavado y el muro de una represa. El descenso empieza aquí, aunque tendremos que seguir unos metros más para aparcar el coche en un apartadero en el que no moleste. El acceso es inmediato.
Descenso: 4 horas
Retorno: El descenso, deportivamente hablando, acaba en la confluencia con el torrente de Roches Bleues, que entra por nuestra derecha. Aquí encontraremos unos hitos de piedra que remontan ese torrente por su izquierda orográfica primero, y luego cruzan a su derecha para ascender hasta la carretera, desde la que volveremos al coche (1 hora).
Material: cuerdas 2 x 40 m (rápel más largo, 35 metros)
Observaciones: Al llegar al final del tramo deportivo, para llegar a la playa debe continuarse río abajo unos veinte minutos más. No hay más rápeles, sólo destrepes. Una vez en el mar, cabe la posibilidad de salir a nado, hacia la izquierda, y llegar a la playa de Ficaghjola en una hora a nado.
Fotos: David Sánchez, Bernat Castells, Xavi Guerrero
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