sábado, 21 de abril de 2012

CAÑÓN DE ARTAZÚL


4 de abril. Buscando opciones que nos permitieran esquivar la lluvia, Bernat había insistido desde el primer día en acercarnos al Artazúl, mientras los demás del grupo lo descartábamos por quedar demasiado lejos. Sin embargo, mientras cenábamos unas pizzas y adorábamos a través de la televisión -unos más, otros menos- a veintidós tíos en pantalón corto pegándole patadas a un balón, parecía que no había mejor opción que aquella. No porque allí fuera a hacer buen tiempo, sino porque era el único lugar en el que la previsión no daba como seguro que lloviera. Dicho esto, pues venga... vámonos a Navarra. La jugada nos salió bien, porque aunque el cielo se mantuvo gris, las temperaturas bajas y el agua helada, no llovió.

El cañón de Artazúl (v4a3IV) es un descenso deportivo en el que se suceden rápeles, saltos, destrepes e incluso algún tobogán, sin más tiempos muertos que el que separa el primer rápel del estrecho central. Con esa única excepción, el barranco no da tregua y nos tiene entretenidos de principio a fin. Tanto, que sin apenas darse cuenta uno llega al magnífico circo final y su rápel volado, un espléndido colofón para un bello descenso. Eso sí, para disfrutarlo es necesario que nos aseguremos de que lleva agua, algo garantizado a principios de primavera.

El descenso empieza bien, con un rápel de 32 metros parcialmente volado, aunque tras él viene un tramo de río abierto hasta llegar a la zona más encajada.

























Entramos en los estrechos, y empieza la verdadera diversión: diversos rápeles cortos, de hasta 14 metros, se alternan con saltos y pequeños destrepes en una zona pulida y acuática, con rincones realmente bonitos.




































 
En su recta final, la garganta se abre ligeramente, y una sucesión de marmitas conduce al gran circo final. En esta zona, los estratos de roca caliza de las paredes, bien alineados en la dirección del barranco, le dan una estética particular.
























Ya hemos llegado al final, eso sí, uno de esos finales que dejan muy buen sabor de boca. El barranco finaliza abruptamente, en un balcón de salida a un amplio circo y a cuarenta y cinco metros del suelo. Dos instalaciones, a izquierda y derecha, permiten escoger dónde iniciar un rápel que acabará siendo volado, y que nos dejará en el suelo con una amplia sonrisa en la cara.




Aproximación: Haciendo combinación de coches, buscaremos la población de Ulzurrun (Navarra). Junto a su iglesia, tomaremos la pista asfaltada que lleva al nacedero de Arteta, y en su aparcamiento dejaremos el primer coche. Con el segundo, volveremos al pueblo, saldremos a la carretera NA-7020, ascenderemos para dejar atrás Azanza y más adelante nos desviaremos por la ctra. NA-7030 hacia Aizpún. Pasaremos este segundo pueblo,  y justo en el kilómetro 14, encontraremos a la derecha un espacio para aparcar. Con todo lo necesario a cuestas, buscaremos un lugar para cruzar la alambrada y, siguiéndola hacia la derecha, en cinco minutos llegaremos al salto de agua que da inicio al descenso. Cuidado al cruzar los campos.

Retorno: Después de recoger las cuerdas en el último rápel, no tenemos más que seguir río abajo hasta encontrar la pista de cemento que viene del nacedero de Arteta, y seguirla hasta el parking (15 min).

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