No era la primera vez que abría algo, pero sí la primera vez que el barranco parecía valer la pena. Fuimos a echar un primer vistazo a finales de junio, equipamos un par de rápeles y salimos por piernas antes de que se nos llevara la corriente... En vista del caudal tuvimos que volver un par de veces más para poder acabar el trabajo: la última, el 1 de octubre de 2008. ¡Hace diez años!
Llegado el día Oscar -el otro aperturista pero verdadero artífice del descubrimiento- no pudo venir, y el descenso se convirtió en un mano a mano entre Frank y yo.
Y fue interesante. En primer lugar, porque tanto tiempo después afrontaba el descenso con mucha más perspectiva, con mayor distancia emocional, como un simple barranquista. Y en segundo lugar, porque a pesar de todo tenía grabado en la mente cada recoveco del barranco, y tenía curiosidad por ver si aquel tronco seguía en su sitio, si las reuniones habían envejecido bien y, sobre todo, si las dificultades me seguían pareciendo tales con diez años más de experiencia.
Diez años de perspectiva
rápel de regalo antes de la gran cascada |
Ya en terreno conocido, primera sorpresa: ¿y la reunión del primer rápel? Teníamos entendido que el natural original había sido sustituído por expansivos, pero no lo encontramos, así que volvimos a montar en un árbol a la derecha orográfica. Seguimos por tanto la línea original, y cruzamos la vena para alcanzar el fraccionamiento a media cascada. Una vez aquí, ¡problemas! No había manera de recuperar las cuerdas. Me tocó por tanto un ejercicio de escapismo del bueno: remontar unos metros y escalar para salir del cauce por la visera, y una vez allí flanquear para salir a buscar terreno más fácil y trepar hasta la cabecera; volver a la reunión, desmontarla y cambiarla a un árbol más alto y con menos roce; y volver a bajar. Total: una hora perdida, pero problema solucionado.
Frank, en pleno cruce de la cascada |
recogiendo en la reunión del tercer fraccionamiento |
con mucho caudal, un tercer fraccionamiento nos saca del embudo en el que se concentra toda el agua |
Desde aquí y hasta el final bajamos sin contratiempos, pese a un caudal bastante superior al del día de la apertura. Donde esperaba cambios no los encontré: el par de enormes troncos que recordaba cruzados en el cauce, y que creía que habrían desaparecido arrastrados por alguna crecida, allí siguen desafiantes. En cambio, nuevos troncos han vuelto más incómodas un par de reuniones.
en este rápel se ha creado una presa de troncos... |
...y en este un árbol caído oculta la reunión |
¡buen caudal! |
Las reuniones
reunión del primer fraccionamiento de la cascada de 70m, bajo el agua |
Una buena segunda primera impresión
De vuelta al Sotllo por primera vez como un barranquista más, pues... me gustó. No está muy formado, y sus pozas no cubren mucho. ¡Es un barranco alpino! Y eso significa que abundan los bloques, que los rápeles son irregulares y que las paredes no van a ser demasiado altas. Pero el Sotllo no da tregua: diecinueve rápeles continuados, sin zonas muertas, y un caudal siempre abundante te hacen trabajar sin parar y te obligan a prestar atención al agua, a los roces y a las recuperaciones. La cascada inicial es el elemento distintivo del descenso, es su foto; y el cruce de vena, el mejor de sus pasos. Sí, es un buen descenso.
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