jueves, 9 de septiembre de 2010

BARRANCO DEL GORGOL

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Esta máxima de Baltasar Gracián es perfectamente aplicable a este pequeño descenso oscense, un bonito rincón del Pirineo que Oscar y yo hemos visitado de camino al valle de Ossau. Descenderlo lleva menos de una hora, pero hacerlo y disfrutar de sus formas y sus juegos de luces merece la pena. Para esto último, lo mejor según todas las reseñas es entrar en él a mediodía.

El pequeño barranco se sitúa al norte de Biescas (Huesca). Saliendo de esta población por la carretera A-136 en dirección a la frontera francesa, a los diez kilómetros tomaremos a la izquierda un desvío a Piedrafita. Subiremos por aquí, y después de trazar varias curvas en zig-zag, cuando la carretera llanea un poco, encontraremos una pista que sale por la derecha y en sentido contrario. La seguiremos y aparcaremos unos cien metros antes del puente en el que finaliza el descenso. A pie, desde el aparcamiento tomaremos un sendero que asciende a través del bosque de hayas. Al llegar a una primera bifurcación nos desviaremos a la derecha, y haremos lo mismo cuando encontremos una segunda. El camino nos llevará a la confluencia de arroyos y al estrechamiento donde se inicia el descenso.

Este recorrido acuático de apenas doscientos metros de longitud se inicia con un resalte y un par de pequeños toboganes, que nos depositan en una bonita sala.



































Tras ella, otro tobogán y el primer rápel equipado, de 7 metros. A la izquierda tiene instalado un pasamanos que permite rapelar, descolgarse o saltar desde algo más arriba. A nosotros nos pareció más interesante bajar por la cascada, que concentra el caudal.



















Acto seguido estamos ya en el segundo y último rápel (15 metros), también equipado con una instalación en alto adicional para caudales elevados (18 metros).
Superada su badina, cruzamos el umbral de salida del estrecho y un salto nos deja en la última poza, bañada por el sol.














Ya tenemos delante el puente de salida, al que subiremos por la derecha. Evidentemente, no merece la pena hacer muchos kilómetros sólo para entrar en este pequeño divertimento, pero si se está cerca, o queda de camino, bien vale una visita.


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